El color del verano, de Reinaldo Arenas

Es pleno verano y en la isla de Cuba comienza el gran carnaval que festeja los 50 años en el poder de Fifo, dictador ya viejo y enloquecido. Se trata de un relato lleno de guiños al lector, que describe los actos desaforados que se han programado en homenaje al tirano.

En palabras del propio autor, la novela plasma «la vida subterránea de una juventud desgarrada, erotizada, rebelde y a veces envilecida», pero que se niega a aceptar la prisión en que se ha convertido la isla.

Los atropellos y luchas de los que se arriman al poder, las triquiñuelas para sobrevivir en la miseria y la represión, todo estalla durante la gran fiesta, y en medio del bullicio se desencadenan los deseos más desinhibidos, los rencores, las intrigas y el miedo. Porque, entre burlas y veras, esta novela testimonial narra el horror de quien vive en Cuba, pero también del exiliado, y la imposibilidad de acceder a un futuro mejor.

El estilo de la novela es caótico, carnavalesco, monstruoso, lleno de metáforas y dobles sentidos. No existe un hilo conductor, sino que los hechos -surrealistas- suceden como en un torbellino.

A mí personalmente la novela no me ha gustado por el estilo que tiene. Se me ha hecho larga y repetitiva. No obstante, aprecio su originalidad y el testimonio que nos brinda.

El autor, enfermo de sida, se suicidó en Nueva York y dejó una carta haciendo responsable de su muerte a Fidel Castro, por las desgracias de su vida, su enfermedad y suicidio. Todo este horror se plasma de alguna manera en la novela.


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